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«Para obtener estos resultados nos basamos en una tecnología que existe y que se utiliza desde hace milenios, por ejemplo para la elaboración de cerveza. Aquí la gran diferencia sería que, en vez de dedicar tierras específicas para cultivos de este proceso, utilizamos fuentes renovables», explica Dorian Leger, director general de Connectomix Bio y junto con Milena Ivanisevic, al frente del equipo internacional de Europa, Estados Unidos e Israel que está desarrollando este proyecto en Luxemburgo.

El objetivo es convertir una parte de los desechos derivados del cultivo, como por ejemplo las hojas de maíz, en un gas que se utilizará para alimentar los microbios en proceso de fermentación. Esta mezcla producirá unos lípidos que se añadirán a posteriori a la carne vegetal y cultivada, y que permitirán calcar el sabor de la carne tradicional. Los resultados obtenidos hasta el momento demuestran que esta técnica puede tener enormes ventajas a nivel medioambiental, ya que los residuos agrícolas que actualmente se dejan descomponer en el campo se convierten en un gas natural, incoloro e inodoro, llamado metano, el segundo compuesto que más contribuye al calentamiento global, incluso mayor que el CO2. “Lo que estamos proponiendo con este proyecto es aprovechar este gas para convertirlo en un valor añadido”, comenta Milena Ivanisevic, directora de proyectos científicos de Connectomix Bio y codirectora del equipo de científicos.

Carne vegetal con el sabor de la carne tradicional

A raíz de aquí, los investigadores crearán una gama de aceites que permitirán dar sabor a alimentos proteicos sostenibles, como el pollo, el cerdo o la ternera de origen vegetal. Para optimizar los resultados, experimentarán utilizando varios tipos de desechos, así como diferentes procesos para averiguar cuál es el más económico. Por ejemplo, una alternativa que se podría plantear sería la utilización del biogás bruto, un gas que se obtiene a partir de la digestión anaerobia, que es un proceso biológico en el cual la materia orgánica es degradada por bacterias que no requieren oxígeno para su metabolismo.

Los resultados derivados con estos ensayos se compartirán en la primera evaluación tecnoeconómica con el sector alimentario para que estos puedan entender cómo esta tecnología se podría utilizar para crear grasas a partir de residuos.

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